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La procrastinación, el diálogo interno y los Niños

La procrastinación, el diálogo interno y los Niños

 
Es necesario perder el miedo a sufrir, a sentirse frágil ante los demás, porque el mayor sufrimiento es el que no se expresa y la mayor vulnerabilidad es la presión de esconderse.

El Estado del yo Niño teme el sufrimiento, la humillación, la fatiga; se esfuerza incesantemente con el fin de evitar el dolor más que para procurar placeres positivos. Este hecho explica gran parte de la inactividad, la inercia, a la que sucumbimos en momentos en los que, por el contrario, la acción positiva y proactiva sería más ventajosa para nosotros.
Ante la posibilidad de afrontar la mera posibilidad de dolor nos replegamos, evitamos o procastinamos. El temor al error, a la vergüenza, a la frustración, inhabilitan al estado del yo Niño para abordar la tarea. Si a este temor, le sumamos un diálogo interno negativo del Padre Crítico, el Niño estará sometido a más estrés y más rechazo hacia la tarea.
Cuando nuestro estado del yo Niño se siente abrumado, solemos pensar demasiado en ello (diálogo interno) o postergamos las cosas.
 
Profundicemos en esas dos posibilidades:
 

¿Te has fijado como pueden ser esos diálogos internos?

Es posible que el Padre Crítico haga su función controladora y te persiga todo el tiempo reprochándote lo retrasado que vas, lo desastre que eres o las cosas terribles que van a ocurrir y lo que “deberías” hacer para ser… bueno.
Seguramente con su mejor intención, pero ya sabes, si el Niño se siente abrumado, todos estos sermones y críticas lo van a abrumar más, es posible que lo hagan sentir muy culpable, pero definitivamente su motivación hacia la tarea se agotará y buscará sus tretas finalmente para salvar su auto-imagen.
Seguramente nuestro Niño se siente más “cómodo” con la culpa interna (está acostumbrado teniendo el Padre interno que tiene) que con la verdadera emoción que no desea reconocer que puede ser “miedo, tristeza, ira, etc.)
La procastinación está alimentada por un estado del Padre interno que “reprende”. Esto hace que la persona solo pueda activar su Niño Adaptado, anulando al Niño Libre que es el que verdaderamente podría colaborar en la tarea.
El procrastinador patológico es la persona que ha olvidado lo que quiere (su Niño Libre). La activación de su Niño Adaptado es tan frecuente que el Niño Libre ha quedado sepultado. Esta persona ha quedado atrapada en lo que otros quieren que haga. Su propio estado del yo Padre interno se encarga de ello.
El Niño Libre queda automáticamente excluido ante las órdenes del estado Padre. El Niño Libre sólo responde a las decisiones de su Adulto cuando éste ha tenido en cuenta y comprendido sus necesidades.
Tan pronto como se le dice a alguien que haga algo, le resultará muy difícil elegir si quiere hacerlo, automáticamente el estado del yo de Niño Adaptado se activa. A mayor presión sobre sobre la persona para que entre en ese estado del yo Niño Adaptado, más dificultad para responder desde el estado del yo del Niño Libre o del Adulto.

 

 
El Niño Adaptado utiliza estrategias para no asumir responsabilidades y poder fantasear con su “no fracaso” o “éxito potencial”…. si él hubiera querido.
El Niño Adaptado Sumiso estará todo el día queriendo cumplir con lo que “tiene que hacer” o “debe hacer”, aunque desganado y molesto, el Niño Adaptado Rebelde ocultamente buscará como no hacerlo y el Niño Libre quedará desconectado.
Hay personas que pueden pasar años haciendo como si… para no hacerlo.
Cuando el Padre Crítico interno es muy crítico y controlador y nos marca muchos “deberías” es muy posible que tengamos bien entrenado a un Niño Rebelde encubierto que se asegure de no cumplirlos.
 
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