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La ofensa y el juego

Artículo de César de Morey

Extraido de:

http://www.aquariusmexico.com/revistas_aquarius/revista40/revista40.pdf


Cuando alguien intenta ofenderte, te está invitando a ser víctima
e iniciar un juego.
  Y
qué pasa cuando no aceptas un regalo. ¿De quién es entonces? De quien te lo
quiso dar y de ahí no pasó. En esta metáfora, cuando no aceptas el regalo
significa que ante una ofensa no haces nada.
 

El bien no combate.
En el instante que quieras combatir, incluso justificado por dignidad o buena
causa, en ese instante deja de ser el bien y te enfilas en la oscuridad de mal.
El bien no combate,
el bien ni siquiera sabe qué es combatir. Despierta. Por ejemplo, date cuenta
de uno de los más grandes absurdos a los que ha llegado el hombre: ¿Cuál es el
objetivo de una guerra? Respuesta: buscar la paz. ¡Quéeee! Pues sí. Pero
entonces no hay juego.

1.      El origen del juego es falta de amor.


2.      Se requiere vivir un vacío existencial
activo con su falta de amor interior para iniciar el juego; ya sea iniciarlo
como víctima, como perpetrador o como salvador.



3.      Siempre quien inicia el juego necesita
tentar a otras personas para arrancar el juego formalmente y por el tiempo que
sea necesario, para así sentirse unida a una persona, unida a través del juego
aunque sea.



4.      El juego puede iniciar con el más
mínimo o sutil comentario, incluso con una mera actitud o leve mirada, siempre
y cuando haya otro que quiera jugar.



5.      El tiempo del juego es indefinido.
Desde unos cuantos minutos hasta toda la vida.



6.      El juego debe producir dolor, en
cualquiera de sus manifestaciones, tanto emocionales como físicas. De hecho,
así está diseñada la logística del juego.



7.      Si se ha decidido ser un jugador
formal y constante, el juego no se acaba nunca, ni con la muerte de uno de los
participantes, ya que de inmediato se puede elegir otro jugador o incluso se
puede jugar con la memoria del fallecido.



8.      Una vez que se elige un papel en el
juego (Víctima, Perpetrador o Salvador), se puede cambiar a otro papel en
cualquier momento y a voluntad, para continuar jugando todo el tiempo.



9.      Con la práctica y la habilidad
aprendida para jugar, se pueden jugar varios de estos a la vez.



10.  Si el juego (o los juegos) parece que
se acerca a su final, se pueden volver a intercambiar los papeles para que el
juego continúe o se puede iniciar otro juego con nuevos participantes.



11.  El juego lo puedes jugar consciente o
inconscientemente.



12.  En este juego nadie puede ganar nunca.

Elige no jugar.
Punto.



 Es todo. No hay más trascendentes ni
más poderosas recomendaciones para salir del dolor en cualquiera de sus
variantes.



–         Reconoce qué papel juegas mejor:
víctima, perpetrador o salvador. El simple hecho de que hoy reconozcas tu papel
preferido, puede debilitar su aparición.



–         Reconoce, con lo que has aprendido hoy,
la apabullante y enorme cantidad de ocasiones en un día que tienes para jugar.
Vas a recibir miles de invitaciones en un solo día. Varias de ellas las podrás
hacer tú. Darte cuenta de eso también puede generar un menor interés en jugar.



–         Reconoce que cuando sientes que te
falta amor, tienes ganas de jugar. Darte cuenta de esto quizá ayude a que en
lugar de jugar, elijas amor.



–         Reconoce que cuando falta sentido en
tu vida, tienes ganas de jugar. Darte cuenta de esto puede ayudarte a buscar
sentido en lugar de jugar.



–         Reconoce que cuando viste el juego
muchas veces en tu casa, te dan ganas de jugar ya como experto. Darte cuenta de
esto puede invitarte a saber que existe otra opción donde puedes hacer cosas
que no viste en tu casa.



–         Aprende que sientes el poder en tí,
pierdes el interés en jugar.

Si ya has dado cuenta que existe un juego
y eso ya es gran motivo de cambio. Y quizá ya te has dado cuenta a qué juegas.
Eso es otro motivo de cambio y más poderoso aún. Hacer conciencia de que existe
un error es el primer paso para tener la posibilidad de eliminarlo.


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