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Los cuatro nacimientos

Los cuatro nacimientos del desarrollo personal

 

Según Ken Mellor en nuestra vida transitamos por cuatro nacimientos con sus correspondientes “contracciones” de parto:

Nacimiento fisico

La primera transición es nuestro nacimiento físico, cuando desde el feto pasamos a ser un bebé. Las contracciones físicas son fundamentales en este proceso. Después de establecer lazos afectivos con la madre, el aprendizaje del bebé se realiza principalmente a través de la relación madre-bebé, y otros cuidadores que también influyen en el proceso. 

Nacimiento emocional

El segundo es un nacimiento emocional, cuando los niños hacen la transición de ser un bebé a ser un niño. Las “contracciones” en este nacimiento son las luchas habituales con los niños de dos años y que son esenciales para un parto exitoso. Después de vincularse con la familia, su aprendizaje como niño se realiza principalmente en su entorno familiar. 

Nacimiento cognitivo

El tercero es un nacimiento cognitivo cuando los niños hacen una transición de ser niños a ser adolescentes (un adulto recién nacido) alrededor de los catorce años. Sus “contracciones” esenciales son las luchas sobre “quién sabe qué” que son algo similares en el proceso, pero no en contenido, a las de los terribles dos años. Estos adultos recién nacidos se vinculan con el grupo, que se convierte en el contexto principal para su aprendizaje como adolescentes. 

Nacimiento espiritual

El cuarto es un nacimiento espiritual, es cuando las personas hacen una transición de vivir como adultos mundanos a ser seres espirituales con conciencia trascendente. Sus “contracciones” esenciales surgen en durante las luchas por gestionar las presiones a menudo extremas de la vida. Una vez unidos a la trascendencia, nuestro aprendizaje tiene lugar en dimensiones internas. Desde este estado puede podemos acceder a la plena realización de la autonomía.

El cuarto nacimiento es un caso algo especial. Puede durar muchos años y surge cuando nos enfrentamos a presiones y eventos que sobrepasan nuestros recursos, lo suficiente como para que nos demos cuenta de los desafíos que implican. Superar estos retos requiere que renunciemos a las visiones del mundo del pasado y a las formas de afrontarlo pasadas en favor de nuevas perspectivas y comprensión que trascienden nuestra mundanalidad anterior.

Con cada uno de estos nacimientos, los niños adquieren una gama de experiencias mucho más amplia en comparación con la gama disponible en el útero que acaban de dejar. Y después de que cada parto y de que el posterior aprendizaje se completen con éxito, tendrán un potencial significativamente más autónomo que antes de que comenzara el trabajo de parto. Esto es emocionante y muy alentador. Sin embargo, la intensidad de las “contracciones” durante estos partos puede ponernos tan a prueba a todos los interesados que algunos padres piensan que algo anda mal y tratan de encontrar formas de evitar estas las luchas. Sin embargo, si hacen esto, detendrán el progreso del “ nacimiento ” y mantendrán a sus hijos atrapados en el útero o canal de parto de ese nacimiento concreto, es decir, en la relación madre-hijo, en la dinámica familiar o en la estrecha experiencia de grupo en su adolescencia.

La naturaleza de esta intensidad también cambia con cada parto: la intensidad física que sienten las madres con las contracciones físicas; la intensidad emocional sentida durante el ‘yo quiero / no quiero’ de las luchas de dos años; las discusiones apasionadas y la contención sobre “quién sabe qué” con los catorce años, y, finalmente, las luchas existenciales en las que nos metemos como adultos. 

Al enfrentarnos a cualquiera de los tres nacimientos de la niñez, puede ser de ayuda darnos cuenta de que el trabajo duro que estamos experimentando es necesario para que nuestros hijos hagan la transición a una autonomía mucho mayor. 

¡Así que su consejo es aguantar!

 
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