Transmitir lo que pensamos, sentimos y deseamos y que sea captado exactamente por nuestro interlocutor es una tarea compleja y a veces imposible de realizar. Siempre habrá algo que omitimos y siempre habrá algo que sea interpretado de forma distinta a como lo hemos querido expresar. O cómo decía Montaigne: La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha.
Nuestros sistemas de creencias van a dar una interpretación a los datos recibidos de forma que se adapten a estas creencias. Por ejemplo:
Si mi sistema de creencias me indica que la mujer ha de ser solícita de las necesidades del hombre tipo “Si tu marido te quiere debe hacerte feliz y complacerte”, “Una esposa somete sus deseos a los de su familia”, obviamente, para conseguir lo que se desea de un otro, deberá manipularlo.
El marido dice desde su Niño: “María, me voy a poner una cervecita para ver el futbol”, esto lo dice esperando la complicidad del Niño de María o la comprensión de su Padre nutritivo.
Pero María, siguiendo los mandatos de su Guión, interpreta “Es un egoísta y no me quiere porque sabe que a mi no me gusta el futbol y no le importan mis deseos. No me quiere” Por tanto, es posible que le conteste con su Niño adaptado sumiso negativo: “bajando la cabeza y poniendo morritos” o con su Niño adaptado rebelde: “siempre igual, estoy harta de ti y del futbol”.
Veamos este otro ejemplo. La esposa, en tono amable y afectuoso, le dice a su marido:
“Mi amor… No se como voy a pasar este mes, hemos gastado todo el presupuesto”
El esposo, al recibir este mensaje, “oye”, interiormente, la voz de su Padre que le dice: ” Un hombre es el responsable de cubrir todas las necesidades materiales del hogar”. Esta sentencia de su Guión de Vida “filtra” el mensaje de su mujer y la respuesta que da corresponde al mandato y no a la información que le ofrece su esposa:
“¡Ya me tienes harto con tus exigencias!”- responde a la mujer ante la mirada sorprendida de ésta.
Las creencias de su Guión de Vida hace que codifique el mensaje de su esposa en función de una creencia en el Padre que no está actualizada a la realidad, ni al aquí y ahora.
Esta regla básica tan traída y llevada de comunicación que dice que la responsabilidad de la comunicación es del emisor, se ve aquí matizada claramente.
Objetivo de la comunicación
Evidentemente cuando comunicamos pretendemos influir sobre nuestro interlocutor esperando una respuesta a nuestra solicitud. Para ello emitimos un mensaje mediante un canal (verbal, no verbal, escrito, hablado, etc.) para que llegue a un receptor y produzca algo en él: una emoción, un nuevo dato a considerar, una acción, etc. Esta reacción a nuestro mensaje nos será devuelto de una forma u otra.
El Análisis Transaccional analiza de una manera sencilla y fácil estos fallos en la comunicación, es decir, cuando el objetivo no se cumple y la respuesta que obtengo es distinta a la expectativa que yo tenía al emitir el mensaje. O dicho de otra manera, nos ayuda a comprender porqué es tan difícil en proceso de la comunicación y nos invita a encontrar formas de mejorarlo.
Si el esposo hubiera comprendido que la esposa estaba dirigiéndose a su Adulto o a su Padre Nutritivo desde su Adulto (informando) o su Niño positivo (reclamando apoyo emocional) podría haber respondido desde el Adulto o desde el Padre Nutritivo, y no desde el Niño rebelde negativo, y el objetivo de la comunicación se habría conseguido. De esta manera ninguno logró comunicar.
La empatía nos ayuda a colocarnos en el lugar del otro, a conocer desde que posición está hablando el otro, si no soy empático, o no utilizo mi Adulto para pedir más información y atribuyo al otro cualquier otra intencionalidad, estoy siguiendo mi Guión de Vida, escuchando las “voces” de mis mandatos, impulsores, etc.
Si el marido hubiera escuchado en el aquí y el ahora, sin el filtro de sus mandatos, hubiera podido contestar desde su Adulto: “Si, es cierto, hemos tenido gastos extras este mes” o desde su Padre Nutritivo: “Lo voy a tener en cuenta para recortar mis gastos, nos ajustaremos lo mejor posible”.
Sin embargo, el marido activó su Niño rebelde u opositor y Padre tiránico pretendiendo librarse de la “acusación” de su mandato y la culpa que le produce.
Todo esto nos acarrea enormes problemas en nuestra vida diaria o laboral, llenándose nuestra comunicación con sobreentendidos, malas interpretaciones, distorsiones, etc.
En resumen diremos que una transacción es una acción-intención que lleva un mensaje (verbal o no verbal) y que espera una respuesta adecuada.
Esta acción-intención se realiza desde un estado del yo (Padre, Adulto, Niño) hacia otro estado concreto del interlocutor. Cada estado del yo está comunicando de manera diferente y espera respuestas diferentes (Valores, datos, emociones). Si el estado del yo que envía el mensaje no es el adecuado o el que lo recibe no empatiza con el emisor e interpreta desde sus grabaciones parentales, la comunicación falla estrepitosamente.