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El Adulto en la resolución de conflictos

El Adulto en la resolución de conflictos

Los humanos alternamos momentos de sintonía con nuestras relaciones con los demás y momentos conflictivos. A poco que revisemos nuestras interacciones diarias podemos ver como suceden unos y otros momentos. Normalmente, cuando nos sentimos en sintonía, todo fluye. Emocionalmente experimentamos emociones positivas, alta motivación y seguridad en nosotros y en los demás. Por otra parte, en el caso contrario, el conflicto nos mantiene alterados, tensos, con emociones que pueden ir desde la ira o el miedo a la impotencia. Estas emociones negativas va a mermar nuestra capacidad de razonar (Adulto) y por tanto de tomar buenas decisiones o de resolver adecuadamente el conflicto.

El Análisis Transaccional nos sugiere permanecer en el Adulto para no escalar en el conflicto, para neutralizarlo, salir de él y para no perder el control emocional.

Para permanecer en el estado del yo del Adulto durante un conflicto, es importante seguir algunas pautas:

Reconoce tus propias emociones y pensamientos: El primer paso es ser consciente de tus propias emociones y pensamientos en el momento del conflicto. Observa cómo te sientes y qué estás pensando. Reconocer el estado de tus estados del Padre (juicios de valor o prejuicios) y Niño (emociones), será fundamental para mantener la calma y evitar reaccionar impulsivamente desde estos estados.La energía para realizar esta autoobservación nos garantiza que hemos activado nuestro Adulto.

Escucha activamente: Esto solo se puede hacer si estás en el Adulto.Presta atención a lo que la otra persona está diciendo y trata de entender su punto de vista sin interrumpir ni juzgar. Escucha activamente, muestra empatía y haz preguntas clarificadoras para asegurarte de entender correctamente.

Comunicate desde el Adulto: Cuando te expreses, hazlo desde el estado del yo del Adulto. Utiliza un lenguaje claro y asertivo, evitando acusaciones o críticas o palabras del Padre como los “deberías”, “tienes que”, “siempre”, “nunca”, etc. Comunica tus necesidades y preocupaciones de manera respetuosa y constructiva.

Busca soluciones: En lugar de centrarte en el conflicto en sí mismo, trata de buscar soluciones. Propón alternativas y opciones para resolver el conflicto de manera colaborativa. Evita caer en la trampa de culpar o criticar a la otra persona o grupo, y en su lugar, buscar juntos una solución mutuamente beneficiosa.

Mantener el respeto: Asegúrate de mantener un tono de voz respetuoso y evita el uso de lenguaje ofensivo o sarcástico. Respeta las opiniones y sentimientos de la otra persona, incluso si no estás de acuerdo con ellos. Mantener el respeto mutuo es fundamental para mantener una comunicación efectiva durante el conflicto.

Ser consciente de tus propias trampas: El Análisis Transaccional identifica ciertas dinámicas de comunicación inefectivas llamadas “trampas”. Estas incluyen la trampa del Padre crítico o autoritario, el Niño rebelde o temperamental, y el Padre complaciente o sumiso. 

Asegúrate de ser consciente de estas trampas y evitar caer en ellas durante el conflicto. 

 

Reflexiona sobre qué trampa percibes tú y los demás en ti más a menudo.

 

Padre crítico o autoritario: Este patrón de comportamiento puede tener su origen en experiencias previas de la persona con figuras de autoridad en su vida, como padres estrictos, maestros autoritarios o figuras dominantes en su entorno. La persona puede haber internalizado esas experiencias y adoptado el papel del Padre crítico o autoritario como una forma de protección o como una forma de obtener un sentido de control o poder sobre los demás. 

 

Comportamiento:

  • Imposición de reglas y normas: El Padre crítico o autoritario tiende a establecer reglas y normas de manera rígida, imponiéndolas a los demás sin tener en cuenta sus opiniones o necesidades. Puede utilizar un lenguaje imperativo y directivo para imponer su punto de vista y esperar que los demás lo sigan sin cuestionar.

  • Crítica constante: Este tipo de Padre tiende a emitir juicios y críticas negativas de forma constante hacia los demás. Puede encontrar defectos y errores en el comportamiento de los demás, y expresarlos de manera directa y descalificadora, sin reconocer los aspectos positivos o las opiniones diferentes.

  • Control y autoritarismo: El Padre crítico o autoritario busca ejercer control y poder sobre los demás, tomando decisiones en su lugar, imponiendo su voluntad y desalentando la autonomía y la expresión de opiniones diferentes. Puede utilizar tácticas de intimidación o manipulación para obtener obediencia y sumisión.

  • Rigidez y falta de flexibilidad: Este tipo de Padre tiende a ser inflexible en sus reglas y puntos de vista, sin mostrar disposición a considerar otras perspectivas o adaptarse a las situaciones cambiantes. Puede mostrar resistencia al cambio y rechazo hacia las ideas o comportamientos diferentes a los suyos.

  • Falta de empatía: El Padre crítico o autoritario suele tener poca capacidad para comprender y validar las emociones y necesidades de los demás. Puede ser insensible a las necesidades emocionales de los demás y tener una actitud fría o distante hacia sus preocupaciones o dificultades.

 

Niño rebelde o temperamental: El comportamiento del Niño rebelde o temperamental puede surgir como una respuesta a la percepción de restricciones o injusticias en la vida de la persona. Puede ser una forma de expresar frustración, enojo o rebeldía frente a situaciones o personas que la persona percibe como opresivas, o puede ser una forma de buscar atención o validación de sus sentimientos y necesidades no satisfechas.

 

Comportamiento:

El Niño rebelde o temperamental se caracteriza por una actitud de desafío, resistencia o rebeldía hacia las figuras de autoridad o las normas establecidas. Algunas características específicas del comportamiento del Niño rebelde o temperamental pueden incluir:

  • Desafío a la autoridad: El Niño rebelde tiende a cuestionar o defiar abiertamente las reglas, normas o directrices establecidas por figuras de autoridad, como padres, maestros o jefes. Puede mostrar una actitud desafiante o desobediente, y puede expresar abiertamente su desacuerdo o frustración con las restricciones o imposiciones que percibe.
  • Resistencia al control: Este tipo de Niño puede mostrar una fuerte resistencia al control o la influencia de los demás. Puede negarse a seguir instrucciones, cumplir con tareas o cumplir las normas establecidas, buscando su independencia y autonomía de manera desafiante.
  • Expresión intensa de emociones: El Niño rebelde o temperamental puede tener una expresión emocional intensa, mostrando enojo, frustración, rebeldía o impaciencia de manera abierta y a veces explosiva. Puede tener dificultades para manejar sus emociones de manera adecuada y buscar expresarlas de forma directa y contundente.
  • Búsqueda de atención o validación: El Niño rebelde puede buscar llamar la atención o validar sus sentimientos y necesidades a través de su comportamiento desafiante o temperamental. Puede utilizar la rebeldía como una forma de obtener reconocimiento, ser escuchado o sentirse importante en un intento de obtener sus necesarias satisfacciones emocionales.
  • Resistencia a la conformidad: Este tipo de Niño puede mostrar una resistencia activa o pasiva a conformarse con las expectativas o normas sociales establecidas. Puede tener una actitud de “no seguir la corriente” y buscar destacarse por su comportamiento no convencional o desafiante.

Es importante tener en cuenta que el comportamiento del Niño rebelde o temperamental puede obedecer a múltiples causas, tales como frustraciones sin resultado, necesidades emocionales sin satisfacción, experiencias tempranas de control o imposición, entre otros factores. El Análisis Transaccional busca comprender las motivaciones y necesidades de este comportamiento, y ofrece herramientas para trabajar en su manejo de una manera más saludable y constructiva.

Padre complaciente o sumiso: El patrón del Padre complaciente o sumiso puede tener sus raíces en una baja autoestima, falta de confianza en sí mismo o miedo al conflicto. La persona puede haber aprendido a complacer a los demás como una forma de evitar la confrontación o el rechazo, o puede haber internalizado mensajes de que es mejor “callar” o ceder a los demás para mantener la paz o ser aceptado.

 

Comportamiento:

El Padre complaciente o sumiso se caracteriza por una actitud pasiva, sumisa o evitadora frente a las situaciones de conflicto o confrontación. Algunas características específicas del comportamiento del Padre complaciente o sumiso pueden incluir:

  • Aceptación incondicional: Este tipo de Padre tiende a aceptar y complacer las demandas, deseos o expectativas de los demás sin cuestionarlos, incluso si van en contra de sus propias necesidades o deseos. Puede tener dificultades para establecer límites o decir “no” a los demás, lo que puede llevar a un comportamiento complaciente y sumiso.

  • Evitación del conflicto: El Padre complaciente puede evitar el conflicto o la confrontación a toda costa, buscando mantener la armonía y evitar cualquier tipo de confrontación o desacuerdo. Puede ceder ante las demandas de los demás con el fin de evitar la confrontación o el conflicto, aunque esto signifique sacrificar sus propias necesidades o deseos.

  • Baja autoafirmación: Este tipo de Padre puede tener una baja autoafirmación, lo que significa que tiene dificultades para expresar sus opiniones, necesidades o deseos de manera clara y firme. Puede carecer de confianza en sí mismo y temer las críticas o el rechazo de los demás, lo que lo lleva a un comportamiento complaciente y sumiso.

  • Dependencia de la aprobación externa: El Padre complaciente puede depender en gran medida de la aprobación externa y buscar constantemente la validación de los demás. Puede sentirse ansioso o incómodo si siente que está desagradando o desaprobando a los demás, lo que lo lleva a complacer y ceder a las expectativas de los demás.

  • Dificultades para expresar necesidades propias: Este tipo de Padre puede tener dificultades para identificar y expresar sus propias necesidades, deseos o opiniones. Puede estar más enfocado en las necesidades de los demás y descuidar sus propias necesidades, lo que puede llevar a un comportamiento complaciente y sumiso en las relaciones interpersonales.

Es importante tener en cuenta que el comportamiento del Padre complaciente o sumiso puede tener múltiples causas, como experiencias previas de ser ignorado o invalidado, patrones de crianza aprendidos, falta de habilidades de comunicación asertiva, entre otros factores.

Permanecer en el estado del yo del Adulto durante un conflicto puede ayudar a mantener una comunicación abierta y constructiva, lo que aumenta las posibilidades de encontrar una solución satisfactoria para ambas partes.

 

Cómo neutralizar el Padre autoritario o fuerte en el otro

En una situación de conflicto en la que una persona está adoptando el rol del “Padre Fuerte”, es decir, actuando de manera autoritaria y dominante, el Análisis Transaccional sugiere varias estrategias para neutralizar su influencia:

  1. Actuar como adulto: En lugar de responder al comportamiento del Padre Fuerte desde una posición de sumisión o rebeldía, la persona puede intentar actuar como adulto, es decir, manteniendo la calma, siendo asertivo y comunicando sus necesidades de manera clara y respetuosa. Por ejemplo, puedes decir: “Entiendo que tienes una opinión firme sobre este tema, pero también me gustaría compartir mi punto de vista y escuchar los demás antes de tomar una decisión”.

  1. Reconocer las proyecciones: El Padre Fuerte a menudo proyecta sus propias necesidades y miedos en los demás, lo que puede ser una fuente de conflicto. Reconocer que las reacciones del Padre Fuerte son en realidad proyecciones de sus propios problemas puede ayudar a reducir la tensión en la situación. Por ejemplo, si el otro parece tener miedo de que su opinión no sea considerada, puedes decir: “Entiendo que tienes una opinión importante sobre este tema y nos gustaría escucharte. Pero también es importante que consideremos las opiniones de todos los presentes para tomar la mejor decisión”.

  2. Buscar la cooperación: En lugar de entrar en un enfrentamiento directo con el Padre Fuerte, la persona puede buscar maneras de colaborar y encontrar soluciones que satisfagan a ambas partes. Esto puede ayudar a reducir la hostilidad y la competencia en la situación.  Por ejemplo, puedes decir: “Creo que todos tenemos un objetivo común de tomar la mejor decisión posible para la todos. ¿Cómo podemos trabajar juntos para encontrar una solución que tenga en cuenta todas nuestras opiniones y preocupaciones?”.

En resumen, para neutralizar la influencia del Padre Fuerte en una situación de conflicto, el Análisis Transaccional sugiere actuar como adulto, reconocer las proyecciones del Padre Fuerte y buscar la cooperación en lugar de entrar en un enfrentamiento directo

 

Como evitar el Niño negativo del otro

Cuando otra persona actúa desde el estado del Yo Niño, es posible que su comportamiento sea infantil, emocional o impulsivo. En una situación de conflicto, el comportamiento del otro estado del Yo Niño puede ser especialmente desafiante, lo que puede llevar a la escalada del conflicto.

Para evitar al Niño del otro, el estado del Yo Adulto es el que puede ayudar en una situación de conflicto. Aquí te dejo algunas estrategias del Análisis Transaccional que el Yo Adulto puede utilizar para mantener una interacción saludable con alguien que actúa desde el estado del Yo Niño:

  1. Mantener la calma: Si el otro está actuando desde el estado del Yo Niño, es probable que se sienta emocionalmente alterado y pueda estar transmitiendo ese estado emocional a su entorno. En lugar de entrar en un comportamiento similar, el Yo Adulto puede mantener la calma, ser empático y tratar de entender las emociones del otro sin sentirse arrastrado por ellas.

Podrías decir, por ejemplo: “Comprendo que estás molesto/a, pero no voy a hablar contigo cuando estás hablando así. Podemos hablar más tarde, cuando ambos estemos más calmados”.

  1. Aceptar y validar sus emociones: Es importante reconocer que la persona que actúa desde el estado del Yo Niño tiene emociones y necesidades que deben ser reconocidas. En lugar de ignorarlas o tratar de imponer una perspectiva racional, el Yo Adulto puede aceptar y validar las emociones del otro para que se sienta escuchado y comprendido.

Imagina que estás en una reunión de trabajo y un colega se siente frustrado porque siente que su opinión no está siendo escuchada. En lugar de ignorar sus emociones o tratar de convencerlo de que está equivocado, el Yo Adulto podría validar sus emociones diciendo algo como: “Entiendo que te sientes frustrado/a porque no sientes que tu opinión esté siendo tomada en cuenta. Me gustaría escuchar tus ideas para encontrar una solución que tenga en cuenta las opiniones de todos”.

  1. Establecer límites claros: Aunque es importante validar las emociones del otro, también es necesario establecer límites claros en la interacción. El Yo Adulto puede hacer esto mediante el establecimiento de límites claros y de comunicación respetuosa y asertiva que no conlleven la invalidación de las emociones del otro. Podrías decir, por ejemplo: “Comprendo que tienes una opinión sobre esto, pero me siento incómodo/a con la forma en que me estás hablando. Me gustaría que pudiéramos hablar sobre esto de una manera más respetuosa”.

  2. Ser empático: El Yo Adulto puede ser empático, tratar de ponerse en el lugar del otro, reconocer sus necesidades y sentimientos, pero sin ceder a demandas o manipulaciones. Imagina que estás hablando con un compañero de trabajo que está estresado y ansioso acerca de un proyecto. En lugar de ignorar sus emociones o decirle que se calme, el Yo Adulto podría ser empático y reconocer sus emociones. Podrías decir, por ejemplo: “Entiendo que te sientes estresado/a con el proyecto. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte o alguna forma en que podamos trabajar juntos para manejar esto?”

  3. No entrar en juegos de poder: A veces el estado del Yo Niño puede estar tratando de obtener el control de la situación. En estos casos, es importante que el Yo Adulto no entre en juegos de poder, manteniendo una postura firme y respetuosa, pero sin caer en provocaciones o en discusiones que no llevan a nada. Podrías decir, por ejemplo: “Comprendo que tengas una opinión diferente, pero creo que es importante escuchar todas las perspectivas. Podemos continuar discutiendo esto, pero no voy a entrar en un juego de poder”.

Estas son algunas estrategias que el Yo Adulto puede utilizar para evitar al Niño del otro y mantener una interacción saludable en una situación de conflicto.

 
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