Cuando el hambre de conexión se convierte en un grito desesperado: Las caricias extorsionadas
¿Alguna vez has sentido que por más que intentas conectar con otros, algo falla? Como si tus intentos por recibir atención se escurrieran entre los dedos. Esto es lo que Richard Erskine llama “caricias extorsionadas” – esa forma desesperada de buscar conexión que, paradójicamente, nos aleja de los demás.
¿Qué son realmente estas “caricias”?
En terapia transaccional, las caricias son cualquier reconocimiento que recibimos de otros: una sonrisa, un “gracias”, una mirada de complicidad. Todos las necesitamos como el aire. Pero cuando no aprendimos a pedirlas naturalmente, a veces las “robamos” sin darnos cuenta.
Ejemplos cotidianos que tal vez te suenen:
- El interruptor compulsivo: Juan interrumpe para contar SU anécdota “más increíble”. No es malicia, es hambre de ser visto.
- La exagerada: Ana convierte un resfriado en “casi una neumonía”, buscando ese “¡Wow!” que nunca llega.
- El monólogo infinito: Carlos repite la misma historia sin notar el aburrimiento. Su miedo: “Si callo, desapareceré”.
- El salvador incansable: Luisa ayuda sin que se lo pidan, esperando agradecimiento que no llega.
La paradoja del hambriento emocional
Estas personas suelen ser las “almas de la fiesta” al principio:
“Parecen sociables, expansivas… hasta que conoces el agotamiento de estar con alguien que chupa tu energía sin darse cuenta.”
El patrón oculto:
- Decenas de conocidos pero pocos amigos íntimos.
- Se preguntan: “¿Por qué la gente se enoja conmigo sin razón?”
- Detrás de su seguridad, hay un Niño Adaptado herido que cree: “Solo existo si forcejeo mi lugar”.
Rompiendo el ciclo: Cómo sanar
- Ejercicio del silencio consciente: Cuenta hasta 5 antes de responder. ¿Estás escuchando o esperando tu turno?
- Diálogo interno compasivo: Pregúntate: “¿Qué parte de mí necesita validación ahora?” Abrázala mentalmente.
- Pedir lo que necesitas: Di: “¿Te interesa que te cuente?” en lugar de monologar.
- Sanar al Niño Adaptado: Dile: “Ahora soy adulto y puedo cuidarte. Las caricias vienen cuando soy auténtico.”
La belleza de las caricias auténticas
Como dice Erskine, la cura está en completar lo incompleto: esas situaciones pasadas donde nuestras necesidades no fueron satisfechas. Hoy puedes darte a ti mismo lo que tal vez no recibiste: la certeza de que mereces existir sin justificarte.
Al principio, Marta sintió pánico al callar en su grupo de amigas. Pero cuando una le preguntó “¿En qué piensas?” con genuino interés, lloró. Era la primera vez que sentía que su silencio también merecía atención.
Tu presencia basta. Las caricias más nutritivas llegan cuando dejas de extorsionarlas y simplemente… eres.


