Hay personas que, desde el primer encuentro, despiertan en nosotros una sensación de rechazo inmediato. No sabemos muy bien por qué, pero algo en su forma de hablar, de moverse, de ocupar el espacio, nos resulta profundamente irritante. Y cuando esa persona resulta ser un compañero de trabajo, un jefe o un colaborador directo, la situación se vuelve especialmente compleja.
¿Cómo sobrevivir profesionalmente a alguien que nos genera una antipatía visceral? El análisis transaccional, desarrollado por Eric Berne, nos ofrece herramientas valiosas para entender estos fenómenos interpersonales que parecen escapar a nuestra comprensión racional. Porque lo cierto es que cuando alguien “nos cae mal”, rara vez se trata de una evaluación objetiva de sus cualidades profesionales o personales. Más bien, estamos ante un complejo entramado de proyecciones, transferencias y reacciones automáticas que tienen más que ver con nosotros mismos que con la otra persona.
Los Estados del Yo en Conflicto
Según Berne, todos funcionamos desde tres estados del yo: el Padre, el Adulto y el Niño. Cuando alguien nos resulta especialmente molesto en el entorno laboral, es probable que se esté activando alguno de estos estados de manera disfuncional.
El Niño interior puede reaccionar con rebeldía ante alguien que percibimos como autoritario, recordándonos inconscientemente a figuras de autoridad del pasado que nos generaron frustración o miedo. Por el contrario, nuestro Padre crítico puede activarse ante comportamientos que consideramos inadecuados, juzgando desde patrones aprendidos en nuestra infancia sobre cómo “debe” comportarse la gente.
La clave está en activar nuestro Adulto, esa parte de nosotros capaz de evaluar la realidad presente sin los filtros del pasado. Cuando nos damos cuenta de que nuestra reacción hacia un compañero es desproporcionada o irracional, es momento de preguntarnos: ¿qué está activando en mí esta persona? ¿A quién me recuerda? ¿Qué parte de mi historia personal está influyendo en mi percepción actual?
Las Transacciones Cruzadas como Origen del Conflicto
En el análisis transaccional, las transacciones cruzadas son fuente constante de malentendidos y fricciones. Imaginemos que un compañero nos hace una observación técnica desde su estado Adulto, pero nosotros la recibimos desde nuestro Niño herido, interpretando crítica donde quizás solo había información. Nuestra respuesta defensiva activará probablemente su Padre crítico, iniciando un ciclo de transacciones cruzadas que deteriorará progresivamente la relación.
Reconocer estos patrones es el primer paso para interrumpirlos. Cuando sintamos que la irritación surge ante la comunicación de alguien, podemos hacer una pausa y preguntarnos: ¿desde qué estado del yo estoy recibiendo este mensaje? ¿Puedo recibirlo desde mi Adulto, independientemente del estado desde el cual se emita?
Los Juegos Psicológicos en el Ámbito Laboral
Berne identificó patrones repetitivos de interacción disfuncional que llamó “juegos psicológicos”. En el entorno profesional, estos juegos son especialmente tóxicos porque se disfrazan de dinámicas de trabajo legítimas.
- “Sí, pero…” – Solicitar ayuda pero rechazar todas las sugerencias
- “Te pillé” – Buscar constantemente errores ajenos para demostrar superioridad
- “Pobre de mí” – Usar la victimización para manipular la dinámica grupal
- “¿Por qué no…? Sí, pero…” – Aparentar colaboración mientras se sabotea
Cuando alguien nos resulta especialmente molesto, es útil examinar si estamos participando en alguno de estos juegos. A veces, nuestra antipatía surge porque intuimos que la otra persona nos está “invitando” a participar en una dinámica que no queremos, pero no sabemos cómo evitarla conscientemente.
La salida de estos juegos requiere no dar los refuerzos que la otra persona busca inconscientemente. Si alguien juega a “Te pillé”, no entrar en la dinámica defensiva. Si juega a “Pobre de mí”, no rescatar ni perseguir. Mantener una posición adulta, centrada en los hechos y los objetivos laborales.
Las Posiciones Existenciales y su Impacto
El análisis transaccional identifica cuatro posiciones existenciales básicas que determinan cómo nos relacionamos con los demás. La posición más saludable es “Yo estoy bien – Tú estás bien”, pero frecuentemente operamos desde posiciones disfuncionales.
Cuando alguien nos cae mal, es probable que estemos operando desde “Yo estoy bien – Tú estás mal”, una posición que nos lleva a juzgar, criticar y descalificar al otro. Curiosamente, la persona que nos molesta puede estar operando desde “Yo estoy mal – Tú estás bien”, lo cual explica comportamientos que percibimos como serviles o manipuladores.
Reconocer nuestra posición existencial en la relación con esa persona específica nos permite hacer ajustes conscientes. El objetivo es movernos hacia una posición adulta donde reconocemos que tanto nosotros como el otro tenemos valor y dignidad, independientemente de nuestras diferencias de estilo o personalidad.
Estrategias Prácticas para la Convivencia Profesional
Cuando alguien hace algo que nos molesta, es importante distinguir entre la acción específica y un juicio global sobre su personalidad. En lugar de pensar “es un incompetente”, podemos observar “en esta situación específica, su respuesta no fue la más adecuada”.
Detrás de los comportamientos más irritantes, suele haber una intención positiva mal ejecutada. La persona que monopoliza las reuniones quizás intenta aportar valor. La que critica constantemente tal vez busca la excelencia. Reconocer esta intención nos ayuda a responder de manera más constructiva.
No tenemos que tolerar comportamientos que afecten nuestro trabajo o bienestar. Podemos establecer límites profesionales claros sin necesidad de que nos caiga bien la otra persona. “Necesito que me envíes la información por escrito antes de las reuniones” es un límite práctico que no requiere simpatía mutua.
En lugar de acumular irritación, es mejor abordar los problemas específicos cuando surgen. “Cuando interrumpes mientras explico algo, pierdo el hilo y la reunión se vuelve menos eficiente” es más útil que guardarse la molestia hasta explotar.
El Crecimiento Personal a Través del Conflicto
Paradójicamente, las personas que más nos molestan suelen ser nuestros mejores maestros. Nos obligan a examinar nuestras reacciones automáticas, nuestros prejuicios inconscientes y nuestros patrones relacionales disfuncionales.
Cada vez que logramos mantener la compostura profesional con alguien que nos resulta difícil, fortalecemos nuestra capacidad adulta de respuesta. Cada vez que elegimos la colaboración sobre la confrontación, expandimos nuestro repertorio emocional.
El análisis transaccional nos recuerda que somos responsables de nuestras propias reacciones, independientemente del comportamiento ajeno. Esta responsabilidad, lejos de ser una carga, es en realidad una liberación: significa que no estamos a merced de las personalidades difíciles que encontramos en nuestro camino profesional.
Conclusión: La Madurez Emocional en el Trabajo
Trabajar efectivamente con personas que nos resultan antipáticas es una marca de madurez emocional y profesional. No se trata de fingir que nos caen bien o de reprimir nuestros sentimientos, sino de desarrollar la capacidad de funcionar profesionalmente independientemente de nuestras preferencias personales.
El análisis transaccional nos proporciona un mapa para navegar estas aguas complejas. Nos ayuda a entender que nuestras reacciones hablan más de nosotros que de los demás, y nos ofrece herramientas concretas para elegir respuestas más conscientes y efectivas.
Al final, la persona que nos cae mal en el trabajo puede convertirse en una oportunidad invaluable para nuestro crecimiento personal y profesional. No necesariamente se convertirá en nuestro amigo, pero puede ayudarnos a convertirnos en una versión más madura y competente de nosotros mismos. Y eso, sin duda, vale la pena el esfuerzo.