EL TRIÁNGULO DE LA AUTOESTIMA
Pedro y las voces de la Niebla
Hacía dos semanas que Pedro había dejado el alcohol. No fue un juramento solemne, sino una decisión discreta, como cerrar una puerta que ya no se piensa abrir…
Esa tarde, salió de la reunión con el cerebro exprimido. Boca de serrín, estómago en nudo marinero. El corazón golpeaba contra las costillas como un prisionero. En la calle, una niebla baja y húmeda envolvía los edificios, amortiguando los sonidos. Los relojes de las fachadas parecían detenidos, grandes caras pálidas en el aire quieto.
Amable, ancho y sereno como un roble en la niebla susurró: “Respira, Pedro. Aquí estás seguro. Pase lo que pase, no hay peligro real. Estoy contigo.”
Amigo añadió: “La ansiedad es niebla. Si no la alimentas, se disipa. Tenemos opciones: caminar 10 minutos hacia el parque. Escribir tres frases brutas y romper el papel. O contar respiraciones: 1… 2… 3…”
Alegre exclamó: “¡La vida no solo se defiende, se disfruta! Vamos a ver patos con sombrero imaginario. ¡O a bailar la lluvia! La risa espanta fantasmas mejor que la sal.”
Pedro se quedó clavado. Un pie hacia los bares, otro hacia el parque invisible en la niebla. […] Dio un paso. Luego otro. Hacia el parque.
Los Susurros en la Niebla
Pero en la niebla, otras voces se alzaron, formando un triángulo oscuro que intentaba atraparle:
Sádico, con voz afilada como cuchillo: “¿Crees que puedes escapar? Eres débil. Siempre lo fuiste. Mira esos bares… un trago y todo este dolor desaparecerá. ¿Por qué sufrir innecesariamente?”
Sufridor, con tono lastimero: “Nada tiene sentido… ¿Ves cómo la niebla lo cubre todo? Es inútil resistir. La oscuridad siempre vuelve. Mejor rendirse ahora y ahorrar dolor.”
Saboteador, con falsa amabilidad: “Un solo trago no hará daño… ¿Quién se va a enterar? Mañana empiezas de nuevo. Ahora mereces un respiro. ¿No has sufrido suficiente?”
Pedro apretó los puños. Las voces formaban un círculo vicioso: el Sádico atacaba, el Sufridor se hundía, y el Saboteador ofrecía la falsa salida.
Alegre, ahora más niño que nunca, dijo con ojos luminosos: “Gracias… Tu seguridad… es como una casa con puertas fuertes. Ahora sé que hay un lugar donde estoy a salvo, pase lo que pase.”
“Y tus opciones… son como una brújula en la niebla. Ya no me pierdo. Sé qué hacer cuando todo parece detenerse.”
Amigo, sonreía asintiendo con sabiduría: “Y recuerda: cuando el triángulo oscuro aparezca, no luches contra ellos. Reconoce sus voces, agradece su intento de protección, pero elige tu propio camino.”
Pedro sabía que los monstruos volverían. La niebla y los susurros regresarían. Pero ahora tenía algo nuevo: un triángulo de luz hecho de Seguridad, Dirección y Alegría.
Y en el centro del triángulo, la mayor revelación: El verdadero poder estaba en no creer las mentiras del triángulo oscuro

