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El triángulo dramático empresa. Parte I

El triángulo dramático empresa. Parte I

 

El triángulo dramático en el contexto empresarial describe dinámicas interpersonales y roles asumidos en situaciones de conflicto o tensión dentro de una organización.

Este triángulo involucra tres roles clave: el Salvador, la Víctima y el Perseguidor. El Salvador tiende a asumir un papel de rescatador, ofreciendo soluciones o ayuda a la Víctima. La Víctima se percibe como necesitada de ayuda y puede mostrar pasividad o dependencia. El Perseguidor, por su parte, asume una postura crítica o de control sobre la Víctima. Estos roles pueden cambiar y entrelazarse en diversas situaciones, creando un ciclo de dinámicas destructivas que afectan la eficiencia y el bienestar en el entorno laboral. Reconocer y gestionar este triángulo es esencial para fomentar una comunicación y colaboración saludables dentro de la empresa.

El juego, tiene tres vértices: la víctima, el salvador y el perseguidor, que suelen provenir del la transformación de “la víctima” cuando las cosas no salen como quiere. La única forma de parar el juego es negarse desde el principio a intentar asumir peticiones imposibles.
 
Este triángulo dramático se manifiesta en todas las áreas de nuestras vidas, sólo es cuestión de identificarlo. Con algunos de nuestros familiares, en el ámbito profesional, con los amigos, etc…
 

Eric Berne, uno de los pioneros del denominado “análisis transaccional”, escribió, entre otros libros, “Los juegos en los que participamos” (Games people play). Berne describe en su libro uno de los juegos más habituales que se dan en casi todas las relaciones personales: el “juego de salvación”. El juego puede representarse mediante un triángulo, en cada uno de cuyos vértices se ubica un protagonista, que responde a tres roles diferentes: el de salvador, el de víctima y el de perseguidor. 

 

Pondremos un ejemplo profesional para entenderlo.Juan Carlos, el director de una empresa, llama el jueves por la mañana a Gregorio, uno de sus principales proveedores:

–Hola, Gregorio, soy Juan Carlos. Mira, te llamo porque tengo un problema. El lunes de la semana que viene necesito comenzar la producción de un pedido de 30.000 pantalones y me he quedado sin materia prima. ¿Puedes entregarme el género para el lunes? 

Hasta aquí, todo parece normal: Juan Carlos le hace un pedido urgente a Gregorio. El problema es que su petición no es razonable, y así se lo expresa Gregorio:

Juan Carlos, lo que me pides es casi imposible. Estamos hablando de muchos metros de género y ningún almacenista tiene tal cantidad de materia prima…

En este punto, Juan Carlos, viendo que Gregorio no va a solucionarle su problema, va a dar inicio al juego. Lo hará situándose en el rol de víctima:

Gregorio, no puedes hacerme algo así… Perderé a mi cliente principal. Y no sólo eso… las ventas van mal, y si no atiendo este pedido, yo no sé lo que va a suceder… creo que seré despedido… Te lo pido por favor… se trata de algo más que un pedido, es mi puesto de trabajo… no me dejes tirado, te lo suplico. Además, llevo pasándote trabajo casi cinco años… no puedes hacerme esto.

Juan Carlos ha ejercido su papel de víctima a la perfección. ¿Por qué decimos que hace de víctima? ¡Pues porque algo de responsabilidad tendrá en haber llegado a tal situación! O se olvidó de hacer el pedido de género cuando tocaba o ha aceptado un encargo que no sabía si podía cumplir. 

 

 
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