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El triángulo dramático empresa. Parte III

Llega el lunes por la mañana. El triángulo va a convertirse en dramático porque ahora, en breve, los dos jugadores van a intercambiar sus posiciones.
–Hola, Gregorio, ¿a qué hora me envías el camión? –pregunta Juan Carlos.
–Verás… no he reunido más que un 10% de lo que necesitas –musita el pobre Gregorio–. Intenté localizarte el viernes para avisarte, pero fue imposible

Bien, ahora se produce el denominado “momento de estupor”. Juan Carlos va a pasar de víctima a perseguidor.

–¿Cómo dices? ¡Quedamos en que me servirías el pedido el lunes por la mañana! ¡Ni hablar! ¡Haz lo que sea, pero entrégame ese maldito género ya! De lo contrario… ¡detengo el pago de todas tus facturas! ¿Cómo te atreves a dejarme colgado? ¡Y sin avisar siquiera!

¿A qué posición apela ahora Juan Carlos desde su nuevo rol de perseguidor? Es obvio, coloca a Gregorio en el rol de víctima… ¡precisamente aquél desde donde él mismo invocó, desesperado, ayuda!

Gregorio dirá que nunca se comprometió, que dijo que haría lo que pudiese. Juan Carlos responderá que le tenía que haber avisado antes, Gregorio aducirá que ya lo hizo y Juan Carlos afirmará que debía haber dejado un recado más explícito… En fin, da igual, el juego ya se ha desatado. ¿Final del juego? Todos pierden. Mal trago para todos. Ésa es la característica de todos los juegos de Salvación.

Gregorio cuelga el teléfono y se siente fatal. “¡Encima que he intentado ayudarle, ahora me cae este rapapolvo!”, pensará.

¿A cuántos de nosotros no nos suceden situaciones similares ya sea en lo personal o lo profesional? ¿Cuántas veces no nos hemos sentido perseguidos por alguien a quien, más allá de nuestra obligación, quisimos ayudar cuando nos imploró ayuda y casi nos besa tras aceptar brindársela?

Triángulo dramático en la empresa. Parte I


Triángulo dramático en la empresa. Parte II


Triángulo dramático en la empresa. Parte III

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