Atcomunicación

Epicuro, el mar y yo

La sabiduría del verano: Epicuro, el mar y yo

Estoy en la terraza del apartamento con vistas al mar. 40°C a la sombra. El aire espeso huele a sal, jazmín y piedra caliente. Un viejo ventilador traquetea como un barco de pesca que le queda poca vida. Sé que es una hora incierta entre la siesta y la hora del té helado.

¡Ay, madre… —pienso— este calor de agosto que me derrite hasta las ganas de respirar! Hasta las lagartijas se han escondido hoy y están con la lengua fuera. Menos mal que tengo a Epicuro de compañero en esta hamaca. A ver, sabio… ¿cómo sobrevivo a este infierno sin culpas?

Me quedo mirando al mar infinito, sin una ola. Mientras el ventilador sigue cansino con su “tic-tic”.

Epicuro: “Tranquilidad, hija. Cuerpo sin dolor, alma sin ruido”.

Niña Quejosa: “¡Quiero huir a Noruega YA! ¡O meterme en la nevera!”

Padre Normativo: “Deberías limpiar la persiana, bañar al perro y hacer gazpacho. ¡No seas vaga!”

Adulto (tomando las riendas): “Calma… Respira. La persiana puede esperar. El perro duerme bajo la sombrilla. Y el gazpacho… pues lo puedes comprar. Hoy solo toca: sofá, libro y sombra. Sin remordimientos”.

Mis tripas se remueven y recuerdan la heladería del pueblo llena de magníficos sabores.

Niño: “¡Quiero ese granizado gigante de limón! ¡Y otro después! ¡Y turrón!”

Padre: “¡Azúcar puro! ¡Engordarás! ¡La diabetes acecha!”

Adulto (mediando con sonrisa): “Un granizado mediterráneo lo preparo ahora mismo: hielo picado, limón fresco, hierbabuena, un chorrito de miel. Ni castigo ni exceso. Placer fresco… sin resaca de culpa”.

Lo saboreo lentamente. “Ah… esto sí es hedonismo con permiso”.

De repente recuerdo que esta noche llegan mis vecinos.

Padre Tóxico: “Si no recibes a tus vecinos mañana, eres una egoísta”.

Adulto Sereno: “¿A 42°C? Que vayan a la playa. Mi casa no es un spa y ya está llena de gente con la familia. Ya organizaremos las visitas cuando nos venga bien a todos. Sin culpas”.

Niño Asustado: “¡Este calor no acabará nunca! ¡Vamos a tener sequía total!”

Adulto Realista: “En septiembre lloverá. Ahora… agua fresca, cortinas bajadas. Paso a paso”.

Niño Inseguro: “Todas mis amigas viajan menos yo. Mi vida es poca cosa…”.

Adulto Sabio: “Tengo techo frente al mar, higueras, amigos de verdad. ¿Lujos? ¡La sombra del limonero es oro!”.

No soportaré este agobio que me entra por momentos:

Padre Exigente: “¡Aguanta como una espartana! ¡Sin quejarte!”.

Adulto Templado: “El bochorno pasa. Un baño de pies, una siesta… y si hace falta llorar… pues se llora. Resiliencia con toalla húmeda en la nuca”.

Suena el WhatsApp. Mi grupo de amigas del pueblo: “¿Vamos a la cala?”

Epicuro: “La amistad es sombra y agua fresca”.

Adulto:
“Hoy no, queridas. Estoy en modo tortuga filosófica. Pero mañana… traigo sandía y mis mejores chismes sin toxicidad”.

(Pienso) “Ellas saben: aquí no hay ‘pobrecita’ ni ‘deberías’. Solo risas compartidas bajo las estrellas…”.

Dejo el libro. Cierro los ojos. Las chicharras cantan a todo volumen.

Padre Social: “Deberías ir a la fiesta del pueblo. ¡Van a decir que eres una rara si no vas!”.

Adulto (firme y tranquila): “Mi fiesta es este silencio. Mi lujo: olas de la orilla lentas y un tiempo sin reloj. Que hablen…”.

(Desperezándome) “Hoy… mi tribu son las olas, Epicuro y el perro dormitando. Y esta hamaca… mi trono epicúreo”.

El aire mueve las páginas del libro. Una hoja se posa en la frase: “El bien más grande es la libertad”.

Con un suspiro que huele a sal concluyo que ataraxia no es no hacer nada… es elegir qué merece tu energía. Hoy… moverme sería traicionar la sabiduría del verano. Epicuro y Berne lo aprueban: desde mi fortaleza inmóvil, domino el calor, las culpas y los ‘deberías’. Mañana será otro día… si el fresco lo permite.

Bebo el último sorbo de granizado. Las olas aplauden lentas.

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