Nacemos con todas nuestras emociones naturales y espontáneas positivas, sentimos alegría, mostramos afecto positivo, cariño, ternura, amabilidad. Como dice Berne, nacemos siendo príncipes y princesas.
Nuestras figuras parentales actúan como espejos para nosotros, con esa imagen proyectada irá formándose parte de nuestra identidad.
Reflejo Positivo:
Si los adultos conectan con nosotros con sentimientos nutritivos y afectivos, como paciencia, amabilidad, aprecio, júbilo y ánimo, tendremos la posibilidad de aprender a gestionar y transformar nuestras emociones negativas en recursos positivos.
Reflejo Negativo:
Pero cuando nos falta amor, cariño y cuidado, sentimos miedo.
El miedo es lo contrario del amor y nos hace manifestar diferentes emociones, que son llamadas de atención, para pedir que nos ayuden a calmarnos, a regular nuestro malestar desde fuera. No aprenderemos a gestionar y calmar nuestras propias emociones negativas y seguiremos buscando esa figura comprensiva y amorosa que nos ame incondicionalmente. Lamentablemente, esa es una esperanza infantil que, en la edad adulta, nos va a llevar normalmente a experimentar relaciones tóxicas, una y otra vez.
Aunque en el dibujo aparezca la madre, cualquier figura de autoridad o parental va a proyectar sus sentimientos positivos o negativos sobre nosotros.
RELACIÓN SANA AMOROSA
Los estados Padre de cada miembro de la relación, cuida y da afecto al Niño del otro, cuando se lo solicitan.
Sus Niños se relacionan con alegría y espontaneidad.
RELACIÓN TÓXICA
Los estados Padre de cada miembro de la relación, controlan y persiguen o sobreprotegen al Niño del otro, tanto cuando le solicitan ayuda, como cuando no se la han solicitado.
Sus Niños se relacionan con rebusques y emociones falsas.