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El Triángulo de las Victimas II Parte

 Salvador

El rol del Salvador o Rescatador lo podríamos describir como la parte negativa el los principios de los Padres. En lugar de ofrecer una protección y cuidado adecuados, el Rescatador tiende a “asfixiar”, controlar y manipular a los demás, “por su” propio bien, por supuesto. La suya es una comprensión errónea de lo que es alentar, empoderar  y proteger.

La puerta de entrada del Salvador en el Triángulo Dramático o de las Víctimas es la del codependiente. El Salvador tiende a ser permisivo, sobre-protector con la persona a la que quiere “arreglar”. El rescate es una adicción que proviene de un deseo inconsciente de sentirse valorados. No hay mejor manera de sentirse importante que ser un Salvador!

El cuidado de los demás puede ser el mejor plan de Juego para llevarle a sentirse importante y valioso para los demás.

Los Salvadores crecen en familias donde sus necesidades de dependencia no son reconocidas. Es un hecho psicológico de que nos tratamos de la manera en que fuimos tratados como niños.

La incipiente posición de Salvador crece en un ambiente donde sus necesidades son negadas y así ellos aprenden a tratarse con el mismo grado de negligencia que experimentaron como niños. Sin permiso para cuidar de sí mismos, sus necesidades pasan a la clandestinidad y aparece en su lugar la necesidad de cuidar de los demás.

Les produce una gran satisfacción la identificación con su rol de “cuidadores”. Por lo general, están orgulloso de lo “complacientes” y “colaboradores” que son. A menudo están socialmente reconocidos, incluso recompensados, por lo que se muestra como “actos desinteresados” de cuidar. Ellos creen en su bondad como cuidadores fundamentales y se ven a sí mismos como héroes.

Detrás de todo esto hay una creencia mágica que, dicho en voz alta, puede sonar como: “Si me ocupo de ellos el tiempo suficiente, entonces, tarde o temprano, ellos se encargarán de mí también.” Pero, como ya sabemos, esto rara vez sucede. En el rescate de los necesitados, no podemos esperar nada a cambio. Si ni siquiera pueden cuidar de sí mismos, mucho menos podrán estar ahí para nosotros!

A menudo, la decepción resultante hace que el Salvador caiga en una depresión. No se dan cuenta de que ellos mismos se han dirigido directamente hacia su desesperanza, después de haber negado las esperadas consecuencias del rescate, a estos “bienhechores” les resulta muy difícil verse a ellos mismos como Víctimas. Mártir es en lo que se convierte un Salvador una vez que se han movido a la posición de Víctima en el Triángulo.

La traición, sentirse utilizado y sin esperanza son los sentimientos en la siguiente fase de Víctima en el Juego de Salvador.  Reconocerás sus frases más frecuentes de mártires:

  • “Después de todo lo que he hecho por ti, este es el agradecimiento que recibo?”
  • “No importa lo mucho que haga, nunca es suficiente”
  • “Si me amaras, no me tratarías así!

El temor más grande del Salvador es el de que van a terminar sólos. Ellos creen que su valor total proviene de lo mucho que hacen por los demás. Es difícil para ellos ver su valor en ellos mismos o más allá de lo que tienen que ofrecer en la forma de “cosas” o “servicio”. El Salvador tiene que fomentar la dependencia inconscientemente porque creen que, “Si me necesitas, no me dejarás”. Ellos luchan por ser indispensables para evitar el abandono.

Los Salvadores son ajenos a la dependencia paralizante que alimentan. No se dan cuenta de los mensajes que envían deshabilitadores a los demás. Cuanto más se rescata a alguien más la Víctima se aleja de su auto-responsabilidad. Cuanto menor sea la asunción de responsabilidades de la persona  “a su cargo” el Salvador hará más acciones de rescate, es una espiral descendente que termina a menudo en verdaderos dramas.

Una madre Salvadora de dos hijos adolescentes  fuera de control, lo describió así. Dijo: “Yo pensaba que mi papel como una buena madre era asegurarme de que mis hijos fueran por el camino recto.  Pensé que debía asegurarme que hacían lo correcto. Porque yo creía que yo era responsable de las decisiones que tomaran, les digo lo que deben hacer y constantemente intentó controlar su comportamiento”

¿Es normal que se sorprenda entonces cuando sus hijos culpen a todos a su alrededor de las dolorosas consecuencias que sufren como resultado de sus propias malas decisiones? Al igual que ella, han aprendido a pensar que su comportamiento no es su responsabilidad. Su incesante e inútiles intentos de controlarlos provoca una batalla constante entre ellos, haciendo más fácil para los hijos culpar a su madre por los problemas creados por la irresponsabilidad de ellos.

Lejos de su propia necesidad de ser visto como una madre “buena”, esta madre co-dependiente enseñó  a sus hijos sin darse cuenta a verse a sí mismos como víctimas desventuradas cuya desgracia es siempre culpa de otros. Hay muchas posibilidades que, al menos uno de ellos,  se colocará en la posición de salida como Perseguidor.

Esta madre, como suele ser el caso, estaba convencida de que sus hijos eran incapaces de tomar buenas decisiones. Tenía una larga lista de evidencias que respaldaban sus preocupaciones. Esta evidencia acumulada justificó su “obligación” de controlar a sus hijos. Pero como ya eran adolescentes, ya no podía forzar su cumplimiento, como lo había hecho cuando eran más jóvenes.

Inevitablemente terminaba sintiéndose desesperanza, inadecuada y, como un fracaso como madre (la posición de la Víctima). Ella ya solo podía ceder demandas o “Perseguirlos” por no obedecer.

De cualquier manera, ella (y ellos) se sentía mal. Luego vendría la culpa o remordimiento que la motivaban a intentar “arreglarlo” una vez más. Y se encontraba de nuevo en su posición de inicio, en la puerta de Salvación, para comenzar el ciclo de nuevo.

Recordemos Marta, quien creció viendo a su madre tan impotente e ineficaz. Desde temprana edad, sintió una enorme responsabilidad de cuidar de su madre frágil por las drogas, dependiente. Al pasar de los años, sin embargo, apenas podía contener la rabia interior que sentía hacia su madre por ser tan necesitada y débil.

Como una Salvadora, haría todo lo posible para reflotar a su madre, solo para finalmente sentirse derrotada (Víctima), porque nada de lo que hacía funcionaba.

Inevitablemente, el resentimiento se apoderaba de ella, el mismo resentimiento que la  llevó a acompañar al tratamiento de su madre con marcado desprecio (Perseguidor). Esto se convirtió en su patrón interactivo primario, no sólo con su madre, sino también en sus otras relaciones.

Se convierte en el trabajo de los Salvadores quedarse ocupándose de la Víctima – “por su” propio bien, por supuesto. Tener una Víctima es esencial para que el Salvador pueda mantener la ilusión de estar en marcha. Esto significa entonces, que siempre habrá al menos una persona en la vida de cada Salvador que está con problemas, enfermo, frágil, inepto y por lo tanto dependiente de ellos.

Si la Víctima principal del Salvador comienza a tomar responsabilidad por sí misma, el rescatador o bien tendrán que encontrar una nueva Víctima o atender sus propias necesidades.

Si usted es un Salvador principalmente, esto no quiere decir que no puede ser amoroso, generoso y amable. Sin duda, es posible ser servicial y complaciente sin ser un Salvador. Hay una clara diferencia entre ser verdaderamente útiles y “salvar”.

La personas que ayudan auténticamente actúan :

  • Sin expectativas de
  • Sin deshabilitar aquellos a quienes
  • Fomentaran la auto-responsabilidad, en lugar de promover la dependencia.
  • Pensaran que la otra puede manejar su propia
  • Creen que toda persona tiene derecho a cometer errores y a aprender a través de consecuencias a veces
  • Confían en que el otro tiene suficiente autonomía y poder para verse a sí mismos capaces de superar la dificultad, sin ellos, como Salvador, sin necesidad de “salvarles”.

Contrariamente los Salvadores no asumen la responsabilidad con ellos mismos. En su lugar, ocupan su tiempo en los demás es un intento de obtener la validación o sentirse importantes o como una manera  de fomentar la dependencia.

Perseguidor

 

Esta es la función más a menudo asumida por alguien que recibió abandono y / o abuso físico durante su niñez. Como resultado, a menudo en secreto hierve en su interior  la pena y la ira. Los Salvadores, para sobrevivir, reprimen sus sentimientos profundos de inutilidad, los perseguidores esconden su dolor detrás de una fachada de la ira indignada e indiferente desapego.

Pueden optar por emular a su agresor de la infancia primaria, prefiriendo identificarse con aquellos que consideran que tienen peso y fuerza – en lugar de convertirse en el burlado perdedor “en la parte inferior de la vida”.  Tiende a adoptar una actitud que dice: “El mundo es duro y sólo sobreviven los despiadados. Voy a ser uno de esos”. En otras palabras, se convierten en perpetradores. Ellos “se protegen” a sí mismos siendo autoritarios, controlando y sancionando a los demás.

De la misma manera que el Salvador, el Perseguidor se basa los principios del Estado del Yo Padre.

El trabajo de un padre sano es proteger y mantener a su familia, pero en lugar de proporcionar nutrición y dirección, el Perseguidor intenta “reformar” y sancionar a aquellos a su alrededor con la manipulación y la fuerza bruta.

La dominación se convierte en su estilo más común de interacción. Esto significa que siempre debe estar en lo cierto.

Sus métodos incluyen la intimidación, los sermones, la amenaza, la culpabilización, el interrogar y el ataque directo. Creen desquitarse, a través de actos agresivos. Al igual que el Salvador necesita a alguien para “arreglar”, el perseguidor necesita a alguien a quien culpar. Niega su vulnerabilidad de la misma manera que los Salvadores niegan sus necesidades.

Su mayor temor es la impotencia. Desde el papel de juez que se atribuye niega su propia insuficiencia, el miedo y la vulnerabilidad, por tanto, necesita de algún otro lugar para proyectar estos sentimientos repudiados. En otras palabras, necesitan una Víctima. Necesitan a alguien que perciban como débil para probarse a sí mismos que su propia historia dolorosa y destructiva sobre el mundo es verdad.

Ambos Salvador y Perseguidor “necesitan” una víctima con el fin de sostener su idea de quiénes son y como es el mundo.

El Perseguidor también tiende a compensar los sentimientos de inutilidad dándose aires grandiosos. Su grandiosidad inevitablemente viene de la vergüenza. Se trata de una fachada y para cubrir su sentimiento profundo de inferioridad. La superioridad es el intento de jugar duro para que el otro quede “menos que” para evitar que se convierta en “mejor que”.

Es muy difícil para el Perseguidor asumir la responsabilidad del daño que causa a los demás. En su mente, otros merecen lo que reciben. Estos individuos tienden a ser beligerantes se ven teniendo que luchar constantemente para sobrevivir. Mantienen una lucha constante para protegerse de lo que perciben como un mundo hostil.

José era de una familia prominente y rica. Sus padres se divorciaron y su padre estaba enfadado, a distancia y utilizaba su dinero para controlar a los demás. Su madre era una alcohólica que trajo a casa hombres que abusaron de ella y de José a lo largo de su edad pre-adolescente y adolescente. Él, desde el principio, supo que su única posibilidad de sobrevivir era luchar.

José iba por la vida con la cabeza gacha como un toro que va embestir la capa del torero. Construyó su vida para que siempre hubiera un enemigo que combatir.

Externamente, José muestra indiferencia, “Nada me importa un bledo”. Siempre estaba dispuesto a correr riesgos descuidando su salud. Pero en su interior, estaba amargado e infeliz por la creencia de que tiene que mantener una vigilancia constante con aquellos que querían hacerle daño a él o a sus seres queridos.

José ha participado constantemente en batallas tribunales y en peleas físicas. Siempre iba de una lucha a otra. En su modo de pensar estos hechos eran siempre culpa de otro. No se podía resistir a lo que consideraba era una represalia justificada. “No puedo dejarlos salirse con la suya!”. Era su respuesta más común.

José se veía como alguien que nunca recibió la protección que se merecía. Esta creencia le justifica para coger las cosas por la fuerza. Al menos es como él lo ve.

El Perseguidor no confía en nadie. Ni siquiera sus padres han sido fiables, así que en quién puede confiar? Esta actitud le lleva a estar en modo de defensa constante. Tiene que estar listo para el próximo ataque!

José es un ejemplo un clásico de la posición de salida de Perseguidor. Es fácil pensar que los perseguidores son “malas” personas. No lo son. Son simplemente individuos heridos que ven el mundo como peligroso. Esto requiere estar siempre listo para devolver el golpe. Viven en constante reacción defensiva.

Siempre es difícil para los Perseguidores verse a sí mismos como perseguidores. Les es mucho más fácil justificar su necesidad de persecución (identificándose así con la victima), que ver su parte opresora.

En el ciclo del Perseguidor se ve algo como: “Sólo estaba tratando de ayudar (Salvador), y se volvió contra mí (Víctima), así que no tuve más remedio que defenderme contraatacando (Perseguidor).”

Puede sentirse muy amenazado por alguien que quiera que ellos tomen conciencia de su rol de Perseguidor. Para ellos sería como como culparse a sí mismos, y eso lo vivirían como intensificar su condena interior.

El Perseguidor necesita de una persona a la que se la pueda culpar con el fin de que puedan seguir enojado. La ira, para un Perseguidor, puede actuar como un combustible dentro de su psique, les da energía. Puede ser la única manera que tienen de hacer frente una la depresión crónica.

Los Perseguidores con frecuencia necesitan una explosión de ira de la misma manera que otras personas dependen de una inyección de cafeína. Eso les hace comenzar su día y les proporciona la energía necesaria para mantenerlos en pie.

Al igual que con los otros roles, el auto-empoderamiento es la única forma de salir del Triángulo de las Víctimas.

Las Victimas tienen que hacer algún tipo esfuerzo por su parte.

Desafortunadamente, debido a su gran renuencia a hacerlo, tal vez tenga que venir en forma de crisis.
Irónicamente, una forma de salida habitual del Triángulo es desde la posición de Perseguidor. Esto no significa que nos convertimos en perseguidores. Significa, sin embargo, que una vez que decidimos salir del Triángulo, muy probablemente serán los demás que nos ven como Perseguidores (“¿Cómo puedes hacerme esto?”)

Una vez que decidimos tomar la propia responsabilidad y decidir nuestro camino, los que siguen en el triángulo es probable que nos acusen de perseguirlos “¿Cómo te atreves, te niegas a ayudarme, dice una víctima llorosa. O “¿Qué quieres decir que no necesitas mi ayuda, que me rechazas?” dirá un Salvador cuando la Víctima decida convertirse en responsable.

En otras palabras, para escapar de la rol de la Víctima, debemos estar dispuestos a ser percibido como el/la “chic@ mal@”. Esto no significa que sea así, pero tenemos que estar dispuestos a aceptar la incomodidad de ser percibido como tal.

 
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